Me había portado muy pero muy bien, hasta que me subí al sillón de la sala. ¡Muy afelpado! ¡Muy cómodo! Entonces me quedé dormida y nadie me dijo nada.
Después, jugando con lo afelpado del sillón ¡le di unas mordiditas a la tela! ¡le hice un agujero!
¡Oh oh! supe de inmediato que me iban a regañar, fue un descuido porque esa tela es muy bonita y yo sólo estaba jugando con ella.
Antes de que me dijeran algo, le avisé a Angie; no ladré, fue un sonido diferente para llamar su atención. Ella se me acercó para preguntarme por qué estaba llorando y cuando vio el agujero se enojó conmigo. Sólo que no me castigaron porque avisé lo que había hecho.
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