Más tarde
toda la casa empezó a oler a comida deliciosa; los niños se pusieron muy guapos con unas
bufandas de colores como la de las cajas de regalos, la mesa estaba puesta,
Angie me abrazó y me dijo que todo estaba listo para esperar a nuestros
invitados.
Fue a
cambiarse y me encargó que cuidara todo. Entonces, ya con su permiso, decidí
enfrentarme al monstruo para que no nos fuera hacer daño a nosotros ni a
nuestros invitados.
Le volví a
gruñir ¡grrrrrr! Y en eso, el monstruo cambió de colores, yo pensé que era una
forma de decirme que estaba listo para pelear, así que le ladré y me fui encima
de él.
Mi hocico
agarró lo que pudo: unas tiras brillantes
que rodeaban al monstruo y algunas
figuras que colgaban de él resultaron ser
adornos en forma de copos de nieve, de estrellas y de pinos. Parecía que sí
había un árbol debajo del monstruo, porque cuando logré derribarlo, pude ver el
tronco y las ramas verdes de abajo que estaban cubiertas de blanco.
¡Oh…oh! Era
un árbol disfrazado de monstruo blanco al que yo le había ganado la batalla.
Pero ya no pude sentirme feliz de haber ganado porque los niños llegaron y se
pusieron muy tristes al ver al árbol de navidad en el suelo...
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