Lalo llegó de la escuela y sacó una barrita de su mochila que empezó a abrir enfrente de mí. En cuanto vi la barra de color oscuro un olor delicioso llegó a mi naricita.
Le hice el gesto que siempre hago cuando quiero algo, a veces me paro de patas o muevo mi cola, pero hice las dos cosas para que me diera un poquito.
Justo cuando Lalo me iba a dar un trocito, Angie gritó ¡Noooooo!
¡Ay qué gritote! lastimó mis orejitas, y pensé ¿porqué no?
Le explicó a Lalo, que los perritos no podemos comer chocolate o azúcar, porque nuestro cuerpo es muuuuy diferente, y me puedo enfermar.
¡Wow! yo no sabía... me quedé con las ganas de probar el chocolate y con el aroma en mi nariz, pero no importa, me alegra saber que me cuidan y están pendientes de mí.
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