En la escuelita y en el parque noté que muchos de los perritos traen un collar. Yo nunca he tenido uno. Mis amiguitos perrunos me han dicho que lo usan como un identificador en caso de que se pierda su familia.
¡Creo que es muy sencillo de resolver, yo les ladro para que nos encontremos! Así lo hago en el parque. Mis amiguitos insistieron en que en ocasiones podemos perdernos muy lejos de casa, y que si nuestra familia no puede escucharnos ladrar, en el collar viene nuestro nombre y el teléfono de casa para que nos ayuden a volver sanos y salvos.
¡Guarf, guarf! ¡yo quiero un collar! Pero no supe cómo decirle a mi familia, así que estuve un poco triste en la escuelita; uno de los perritos se dio cuenta y para ayudarme, logró quitarse su collar y prestármelo para que se lo llevara a Angie.
Cuando llegó por mí, agarré el collar en mi hociquito y fui hasta ella, la hice reír, me abrazó y preguntó que si yo quería uno y le dije que ¡Guarf...guarf!
Me dio un beso, y a los pocos días, ya tenía un bonito collar con mi nombre.
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