No puedo hablar, pero mi familia puede
entenderme. Saben cuándo me duele mi pancita o cuando tengo miedo. Yo también
puedo sentir cuando están tristes o enojados.
No sé cómo funciona, solo sé que ladrar y
hablar no hace diferencia para que nos entendamos.
Mi familia me quiere mucho y
yo a ellos, aunque sería bonito que movieran la cola como yo. Pero hacen otras
cosas, como abrazarme, llevarme a pasear o conseguir mis croquetas favoritas.
Si pudiera hablar les diría que no me gusta
mucho bañarme, o cuando estoy jugando con los zapatos, no me gusta que me los
quiten, o que deberían llevarme por más horas al parque.
¡Wow! Les diría muchísimas cosas, también que
los quiero mucho y que la frazada está muy calientita pero deben de lavarla más
seguido ¡fuchi, huele muy feo a veces!